¿Te pasaste el último fin de semana diciendo “un episodio más y me voy a dormir”? ¿Viste una temporada de un tirón sin salir de la cama? Más allá de tu disfrute, hay especialistas en lenguaje audiovisual y científico intentando determinar algunos mecanismos que hacen que las series te resulten imposibles de cortar.
Estos son tres de los recursos más usados:
Esto es… ráfaga
Un montaje rápido -en el que las imágenes cambian con velocidad de una escena a la siguiente- consigue que en nuestro organismo se active nuestro sistema de respuesta natural: reaccionamos a los movimientos espontáneos que nos rodean y no movemos la vista de la pantalla, a riesgo de que en esos segundos en que cambia el plano, nos perdamos de algo fundamental.
Nadie lo dice pero todos quieren sexo (y violencia)
Según algunos estudios, los humanos estamos programados para responder a estímulos sexuales y violentos. Aunque no solo pasa en las series: hay décadas de libros, películas y novelas que explotan estos recursos para “enganchar” a su audiencia. Y lo consiguen porque estos temas afectan lo más antiguo del cerebro (ver cómo procrean nuestros semejantes) tanto como lo el morbo de ver lo que culturalmente está oculto.
¿Sigues ahí?
Catherine L. Franssen, que es profesora de neurociencias, explica – a nivel físico- un motivo clave por el que que no podés dejar de darle play cuando un capítulo llega al final en lo más jugoso. Cuando nuestro cuerpo está en una situación en la que no sabe qué va a pasar, se activa una respuesta física: el organismo produce una hormona que hace que el cuerpo permanezca en alerta (la misma sensación que tenés, por ejemplo, si sentís miedo al subirte un avión); y este estado de alerta interrumpe incluso el ciclo del sueño.
Así que cuando en ese último episodio que ibas a ver, el protagonista queda en una situación extrema, a tu cuerpo se le “borra” el cansancio con tal de saber qué pasa.
¿Te animás a identificarlos en las series que ves?
Fuentes: The Huffington Post, Yorokobu.
¿Qué te parece?