Serena Williams es una de las atletas más importantes de la historia: en su amplio currículum cuenta, por ejemplo, con haber ganado 23 Grand Slams, 7 torneos de Wimbledon y 3 de Roland Garros. Sin embargo, se habla de ella no sólo por su excelencia deportiva sino por su condición de mujer.
La doble vara
En uno de sus últimos encuentros en el Abierto de Estados Unidos fue parte de una polémica al reclamarle enfáticamente al árbitro, con lo que se consideró comportamiento antideportivo. Williams opinó que la reacción del réferi fue desigual en comparación a situaciones similares que han vivido jugadores varones.
Billie Jean King, desde la WTA (asociación de tenis femenino) la respaldó:
“Cuando una mujer está emocionada, ella está ‘histérica’ y es penalizada por eso. Cuando un hombre hace lo mismo, es ‘franco’ y no hay repercusiones. Gracias, @serenawilliams, por invocar este doble estándar. Se necesitan más voces para hacer lo mismo”.
Sin licencia
Serena es, además de deportista de elite, una mamá primeriza que regresa a su lugar de trabajo: en este caso, las canchas de tenis. Debido a complicaciones durante el parto y embarazo que ponían en riesgo su vida, se presentó en uno de los partidos de Roland Garros con un traje de presión que le cubría el cuerpo completo.
Economic Times
El tema de ese partido no fue el resultado sino la polémica en torno a su ropa. El presidente de la Federación Francesa de Tenis, que lo organiza lo prohibió después de verla, sugiriendo que no iba con el “estilo” que quería esa competencia.
En respuesta, en su siguiente partido, Serena – a quien estos comentarios no le pasan de largo- se presentó vestida con un “femenino” traje con un tutú.
Pasional en femenino se dice histérica
Serena habló claramente de sexismo: un trato diferente por su condición de mujer (lo que provocó debates en los medios e, incluso, dentro del movimiento feminista) y reclamó no dejar pasar situaciones de injusticia como considera a la suya.
Hizo notar que muchas veces este trato surge de situaciones pequeñas – como discutir un punto, vestirse de cierta manera, cambiarse la camiseta durante el partido – pero refuerzan la idea de un dóble estándar donde lo que está “bien” para un hombre es “incorrecto” para una mujer.
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