¿Se nos hubiera ocurrido alguna vez que intercambiaríamos fotos de panqueques chorreando de dulce de leche como si fueran videos XXX? ¿Que le daríamos like con culpa a unas papas fritas doradas y humeantes bañadas en ketchup a las tres de la mañana? ¿Y que habría un término para designar a todo esto?

#FoodPorn es la palabra para estas imágenes que presentan comida de manera provocativa: ahí su paralelo con la industria de películas para adultos.
Las marcas de comida cuentan desde hace décadas con food stylists, encargados de que lo que se vea en el menú sea tan deseable que nos invite a comerlo.

Si bien existe desde los años 70, la explosión del término se dio con la conjunción de los programas de cocina, el food styling de las grandes marcas y — principalmente- la mano de profesionales y amateurs en las redes sociales.

Pero lo del #FoodPorn va aún más alla. Sus miles de clics, diseñados o caseros, persiguen un contenido similar: comida voluptuosa, sexy, decadente y deliciosa que traspasa la pantalla. Por calidad de la imagen o por su constate repetición.

En Instagram hay unas 100 millones de fotos de platos lujuriosamente irresistibles con el hashtag #foodporn (y seguramente este número ya será viejo cuando leas esta nota).

Lo sugestivo y lo sensual de los elementos se suma a los primeros planos — una tendencia de mostrar todo y de cerca que no es exclusivo de la comida sino que responde a un modelo de las fotos de nuestra época.

Sin embargo, el análisis de estas fotos muestra que, al igual que la pornografía, idealiza y bombardea con imágenes inalcanzables para la mayoría de los que le pondrán “me gusta”: ya sea calórica o económicamente.

¿No se te hace agua la boca?
Fuentes: El País, Las Provincias, Tactilware, Wikipedia.
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